On 23.04.20 Harvard University’s law school organised a zoom presentation attended by over 2,000 globally, listening to Prof Richard Susskind and Massachusetts Chief Justice, Judge Ralph Gants.
Under the shadow of C-19, Susskind asked: Is Court a service or a place? Do we need to congregate? Can we use tech to resolve disputes differently – faster, cheaper and more simply? Susskind informed that only 46% of the global population lives under the rule of law with access to justice and that many countries have a massive backlog of cases (citing Brazil 100 million and India 30 million).
Susskind warns of trying to graft tech onto the existing legal system(s) and against automation of (most) legal process. Rather, his thesis is that the tech revolution should facilitate transformation of existing legal systems in a myriad of ways providing routes to justice which are quick, affordable and which preserve the intellectual basis of the rule of law.
Susskind was not advocating a “one size fits all” remedy. Instead, he argued that the provision of legal services, and particularly public (currently) court-based legal processes be subject to scrutiny with a view to allowing this to be done differently. This included:
- On-line judging, with a case being decided by a judge following an exchange of electronic arguments and materials by email;
- Getting away from the synchronous nature of proceedings and exploring the option of evidence and arguments being provided electronically and consecutively;
- Free access to information and tools to assist litigants-in-person to formulate basic claims;
- Opportunities for judges, in an electronic setting, to “knock heads together” regarding the merits, or otherwise, of claims;
- Simplifying procedures so that legal process became accessible to the large swathes of the population who are excluded because current legal systems are unnecessarily complicated, impenetrable and daunting.
Susskind alluded to the challenges and the legitimate criticisms of new ways of doing things. How do we preserve “open justice” when cases are conducted on-line? What about people who cannot use the internet? What are the consequences for news ways of administering justice if they become more inquisitorial rather than adversarial? He also pointed out the dangers of turning the administration of justice into a public sector technology problem, knowing as we do, that public sector technology challenges usually end up as expensive disasters. However, he also pointed out that those with the most perceptive criticisms of the legal industry do not do so through the eyes of lawyers and that in the name of justice we cannot lose the opportunity presented by this current C-19 crisis to improve on the provision of justice.
As well as promoting his latest book, “Online Courts And The Future of Justice “ (marketing which worked on me as my copy has already dropped through my letter box to add to my ever-expanding reading list), Susskind finished by saying that all across the 46% of the world under the rule of law, massive experiments are currently going on into how to deliver justice under lockdown. When things have calmed slightly, the global legal community needs to collect the data to determine what has gone well and to examine the cultural issues thrown up. This evidence then needs to inform policy. However, even then, there is a gulf between understanding legal rights and enforcing legal rights. As things stand, justice is partly contingent upon the power of the state and what rights the state is willing to enforce. Online courts will have to have enforcement powers.
Whilst Susskind did not turn to consider models of virtual enforcement, probably due to time constraints, it is not much of an intellectual leap to see that there may be technologically-enabled enforcement solutions. Next week I’m sitting in on a presentation about use of blockchain in the food industry for tracing ingredients and it is easy to see that blockchain technologies are going to be used increasingly as all manner of transparency tools. Even if a rogue breacher-of-contracts or tortfeasor cannot be made to pay damages, they may think twice about acting unlawfully if their activities are posted on the world wide web and everyone can critique their reputation at the click of a mouse.
So as lawyers, to help disarm Covid and the all damage it is causing, we need to evolve and mutate, copying the virus’s modus operandi, but to develop more robust systems that protect and even spread the tools for enhancement of the rule of law. One thing is for sure, (as I have argued previously https://eubarrister.co.uk/international-law-in-everyday-cases/ ) we have a head start with our more flexible common law system. As my personal professorial pin-up, Dworkin, said, law is technique. It seems to me that application of principles, rather than rigid rules, is the way forwards out of our the current bleak picture.
23.04.20 la facultad de derecho de la Universidad de Harvard organizó una presentación masiva en zoom por más de 2.000 personas en todo el mundo, escuchando al profesor Richard Susskind y al presidente de justicia de Massachusetts, el Juez Ralph Gants.
En el contexto del C-19, Susskind preguntó: ¿Es la Corte un servicio o un lugar? ¿Necesitamos congregarnos? ¿Podemos usar la tecnología para resolver disputas de manera diferente: más rápido, más barato y más simple? Susskind informó que solo el 46% de la población mundial vive bajo el estado de derecho con acceso a la justicia y que muchos países tienen una acumulación masiva de casos (citando a Brasil 8 millones e India 30 millones).
Susskind advierte de tratar de injertar tecnología en los sistemas legales existentes y en contra de la automatización de (la mayoría) de los procesos legales. Más bien, su tesis es que la revolución tecnológica debería facilitar la transformación de los sistemas legales existentes en muchas formas proporcionando rutas a la justicia que sean rápidas, asequibles y que preserven la base intelectual del estado de derecho.
• Juicio en línea, con un caso decidido por un juez luego de un intercambio de argumentos y materiales electrónicos por correo electrónico;
• Alejarse de la naturaleza sincrónica de los procedimientos y explorar la opción de proporcionar pruebas y argumentos de forma electrónica y consecutiva;
• Acceso gratuito a información y herramientas para ayudar a los litigantes en persona a formular reclamos básicos;
• Acceso gratuito a información y herramientas para ayudar a los litigantes en persona a formular reclamaciones básicas;
• Oportunidades para los jueces, en un entorno electrónico, para animar las partes a encontrar una solución en relación con los méritos, o de otro modo, de las reclamaciones;
• Simplificar los procedimientos para que el proceso legal sea accesible a las grandes áreas de la población que están excluidas porque los sistemas legales actuales son innecesariamente complicados, impenetrables y desalentadores.
Susskind aludió a los desafíos y las críticas legítimas de las nuevas formas de hacer las cosas. ¿Cómo preservamos la “justicia abierta” cuando los casos se llevan a cabo en línea? ¿Qué pasa con las personas que no pueden usar Internet? ¿Cuáles son las consecuencias para las nuevas formas de administrar justicia si se vuelven más inquisitivas que adversarias? También señaló los peligros de convertir la administración de justicia en un problema tecnológico del sector público, sabiendo que nosotros, que los desafíos tecnológicos del sector público generalmente terminan en desastres costosos. Sin embargo, también señaló que aquellos con las críticas más perceptivas de la industria legal no lo hacen a través de los ojos de los abogados y que, en nombre de la justicia, no podemos perder la oportunidad presentada por esta crisis actual del C-19 para mejorar la situación de la justicia y no la podemos dejar perder.
Además de promocionar su último libro, “Online Courts And The Future of Justice” (el marketing que funcionó en mí caso ya que mi copia ya pasó por mi buzón para agregarlo a mi lista de lectura en constante ampliación), Susskind terminó diciendo que en todo el 46% del mundo bajo el imperio de la ley, actualmente se están llevando a cabo experimentos masivos sobre cómo entregar justicia bajo el confinamiento. Cuando las cosas se hayan calmado ligeramente, la comunidad legal global necesita recopilar los datos para determinar qué ha ido bien y examinar los problemas culturales planteados. Esta evidencia necesita informar a la política. Sin embargo, incluso entonces, existe un abismo entre comprender los derechos legales y hacer cumplir los derechos legales. Tal como están las cosas, la justicia depende en parte del poder del estado y de los derechos que el estado está dispuesto a hacer cumplir. Los tribunales en línea deberán tener poderes de ejecución.
Si bien Susskind no recurrió a considerar modelos de aplicación virtual, probablemente debido a limitaciones de tiempo, no es un gran salto intelectual ver que puede haber soluciones de aplicación tecnológicamente habilitadas. La próxima semana veré una presentación sobre el uso de blockchain en la industria alimentaria para rastrear los detalles y es fácil ver que las tecnologías de blockchain se utilizarán cada vez más como todo tipo de herramientas de transparencia. Incluso si no se puede hacer que un infractor de contratos o un delincuente deshonestos paguen daños, pueden pensar dos veces antes de actuar ilegalmente si sus actividades se publican en la red mundial y todos pueden criticar su reputación con el clic de un raton.
Entonces, como abogados, para ayudar a desarmar a Covid y todo el daño que está causando, necesitamos evolucionar y mutar, como el virus, para desarrollar sistemas más robustos que protejan e incluso difundan las herramientas para mejorar el estado de derecho. Una cosa es segura, (como he argumentado anteriormente https://eubarrister.co.uk/international-law-in-everyday-cases/ ) tenemos una ventaja con nuestro sistema de derecho “common law” más flexible. Como dijo Dworkin, la ley es técnica. Me parece que la aplicación de principios, en lugar de reglas rígidas, es la manera de salir de nuestra sombría imagen actual.
23.04.20, la faculté de droit de l’Université de Harvard a organisé une présentation, via zoom et suivie par plus de 2,000 personnes à travers le monde, proposée par le Professeur Richard Susskind et le Chief Justice du Massachusetts, Ralph Gants.
Dans le contexte du Covid 19, Susskind a soulevé les points suivants: La Cour est-elle un service ou un lieu? Avons-nous besoin de nous rassembler? Pouvons-nous utiliser la technologie pour résoudre les contentieux différemment – plus rapidement, de façon moins onéreuse et plus simplement? Susskind a indiqué que seulement 46% de la population mondiale vit actuellement sous le règne de ’état de droit, avec accès à la justice, et que de nombreux pays présentent un arriéré massif de dossiers (citant le Brésil 8 millions et l’Inde 30 millions).
Susskind a mis le public en garde contre une tentative de greffer la technologie sur les systèmes juridiques existants et contre l’automatisation de (la plupart) des processus juridiques. Au contraire, sa thèse est que la révolution technologique devrait faciliter la transformation des systèmes juridiques existants, d’une multitude de façons, offrant ainsi des voies d’accès à la justice rapides, abordables et qui préservent la base intellectuelle de l’état de droit.
Susskind ne préconisait pas un remède «taille unique». Au lieu de cela, il a fait valoir que la fourniture de services juridiques, et en particulier les procédures judiciaires publiques (actuellement) fondées sur les tribunaux, devrait faire l’objet d’un examen approfondi afin de permettre que cette transition se fasse différemment. Ses propositions comprenaient:
• Un rendu des jugements en ligne, une affaire étant tranchée par un juge à la suite d’un échange d’arguments et de documents transmis par courrier électronique;
• S’éloigner de la nature synchrone des procédures et explorer la possibilité de fournir des preuves et des arguments par voie électronique et de façon consécutive;
• Accès gratuit à l’information et aux outils juridiques pour aider les justiciables comparaissant en personne à formuler des réclamations de base;
• Possibilités pour les juges, dans un cadre électronique, de «faire front commun» concernant le bien-fondé ou non des réclamations;
• Simplifier les procédures afin que le processus judiciaire devienne accessible à une grande partie de la population, qui en est actuellement exclue, car les systèmes juridiques actuels sont inutilement compliqués, impénétrables et intimidants.
Susskind a fait allusion aux défis et aux critiques légitimes déclenchées par ces nouvelles façons de faire. Comment préserver «une justice ouverte» lorsque les affaires sont traitées en ligne? Qu’en est-il des personnes qui ne peuvent pas utiliser Internet? Quelles sont les conséquences pour ces nouvelles façons d’administrer la justice si elles rendent les procédures plus inquisitoires qu’accusatoires ? Il a également souligné les dangers de transformer l’administration de la justice en un problème de moyens technologique du secteur public, sachant comme nous, que les défis technologiques du secteur public finissent généralement par devenir des catastrophes souvent coûteuses. Cependant, il a également souligné que les critiques les plus perspicaces du monde juridique ne sont pas formulées du point de vue des avocats et qu’au nom de la justice, nous ne pouvons laisser passer l’opportunité que présente la crise actuelle du Covid 19 d’améliorer la justice.
En plus de promouvoir son dernier livre, “Tribunaux en ligne et l’avenir de la justice” (marketing ayant fonctionné dans mon cas car une copie est déjà passée par ma boîte aux lettres pour s’ajouter à ma liste de lecture en constante expansion), Susskind a conclu son intervention en disant que pour tous ceux faisant partie des46% du monde régi par l’état de droit, des expériences capitales sont actuellement en cours sur la façon de rendre la justice dans le cadre du confinement. Lorsque la situation se sera un peu calmée, la communauté juridique mondiale se doit de collecter les données nécessaires pour déterminer ce qui s’est bien passé et examiner les problèmes culturels qui ont découlés de cette crise. Ces preuves doivent ensuite être utilisées pour influencer l’approche politique. Cependant, même à ce niveau-là il existe un fossé entre la compréhension des droits légaux et l’application des droits légaux. Dans l’état actuel des choses, la justice dépend en partie du pouvoir de l’État et des droits qu’il est disposé à faire respecter. Les tribunaux en ligne devront disposer de pouvoirs d’exécution.
Bien que Susskind ne se soit pas tourné vers la considération des modèles d’application virtuels de la loi, probablement en raison d’un manque de temps, ce n’est pas vraiment un exercice intellectuel que de constater qu’il peut y avoir des solutions d’application de la loi technologiquement adaptées. La semaine prochaine, je participe à une présentation sur l’utilisation de la « blockchain » dans l’industrie alimentaire pour le traçage des ingrédients et il est facile de voir que les technologies de la « blockchain » vont être de plus en plus utilisées comme des outils de transparence. Même si un individu en rupture de contrat ou l’auteur de délit ne peut pas être tenu de payer des dommages et intérêts, il peut réfléchir à deux fois à agir illégalement si ses activités sont rendues publiques sur le World Wide Web et tout le monde peut critiquer sa réputation en un clic.
Donc, en tant qu’avocats, pour aider à désarmer le Covid et tous les dommages qu’il cause, nous devons évoluer et muter, comme le virus, pour développer des systèmes plus robustes qui protègent et même diffusent les outils de renforcement de l’état de droit. Une chose est sûre, (comme je l’ai dit précédemment ***), nous avons une longueur d’avance avec notre système de common law plus flexible. Comme l’a dit Dworkin, ma source personnelle de référence, le droit est une technique, et l’application de principes, plutôt que de règles rigides, est la marche à suivre pour sortir de notre sombre tableau actuel.